Hola, hola! Espero que ustedes, sus familiares y sus hogares se encuentren bien luego del paso de la tormenta tropical, Isaías (No salimos de una para meternos en otra.) A raíz del tema de hoy, estaré haciendo este escrito en español. If you wish to read it in English press here.
La semana pasada publiqué un escrito alentando a los jóvenes adultos a tomarse su tiempo para lograr sus objetivos, alejarse de la comparación y cambiar la forma en que vemos los éxitos de otras personas que lo pueden encontrar aquí. Hoy deseo incitar reflexión sobre lo que estamos viviendo a raíz del COVID-19 luego de la cuarentena para que seamos parte del cambio y no parte del problema.
No sé ustedes, pero yo tenía esperanzas de que esta segunda mitad del año iba a ser distinta. Cuando en Puerto Rico empezó la reapertura de establecimientos, tales como restaurantes, bares, centros comerciales, playas, etc., eso significó progreso para mí. Lo tomé como una señal de que pronto (con los dedos cruzados) podríamos regresar, aunque sea a una pizca de nuestra antigua normalidad. ¡Pues, SIKE! Dimos unos cuantos pasos hacia atrás porque con la reapertura de estos lugares muchos de nosotros no pensamos dos veces en disfrutar de estas actividades recreativas. Además, debido a que los pasajes están tan baratos, tanto los residentes de la isla como también del exterior, han aprovechado para viajar, lo que ha contribuido a ese retroceso.
La realidad es que este encierro, y la experiencia de la pandemia en su totalidad, es nueva para todos nosotros y simplemente no estamos acostumbrados. Una cultura como la puertorriqueña, donde nos saludamos con besos y abrazos y, donde la vida social suele ser una prioridad, es natural que esto sea aún más chocante. Por lo tanto, a la primera oportunidad que tuvimos para salir y socializar, muchos de nosotros probablemente lo hicimos. El contratiempo es que intentamos disfrutar de estas actividades de la manera en que lo hacíamos antes y lamentablemente así no se puede.
He pasado por lugares como barras donde he visto a personas aglomeradas, sin mascarillas, sin distanciamiento y sin ningún tipo de precaución o protección. He visitado tiendas que, si ellas no establecen un protocolo como recibir un límite de personas a la vez, tomar la temperatura o proveer hand sanitizer, las personas andan como salchichas en latas, como diríamos en Puerto Rico. Incluso, fui a Walgreens y un hombre estuvo estornudado por cada esquina del lugar y quitándose la mascarilla para hacerlo. También he visto videos que corren por las redes sociales que muestran escenas en circunstancias peores y yo me quedo con la boca abierta. Como resultado, la gobernadora dictó el cierre o estrictas limitaciones para estos establecimientos y actividades recreativas. ¡Qué sorpresa!
Nosotros estuvimos tanto tiempo en cuarentena con el propósito de evitar o minimizar el contagio y cuando se dio la reapertura, lo mismo que intentamos evitar lo empezamos a propagar. Sé que es difícil, pero debemos esforzarnos porque, ¿de qué valieron los meses encerrados, la paralización de la economía y los ajustes remotos u online que hicimos? ¿De qué valieron las campañas para crear conciencia sobre el COVID-19? ¿De qué valió todos los cambios que tuvimos que hacer si al final vamos a revertir el progreso? Solo porque los lugares están reabriendo no significa que la pandemia terminó. Hay una realidad que por más que quisiéramos evitar y negar, no podemos. Entonces, ¿qué aprendimos del COVID-19 post-cuarentena?
Les compartiré algunas de las cosas que yo aprendí: Hay personas que se preocupan más por ellos que por los demás. Hay personas que le dan más peso a un pasaje económico que a la salud colectiva. Hay personas incapaces de seguir y respetar las instrucciones. Hay quienes se creen intocables e invencibles porque creen que el virus no les dará. Hay quienes no son considerados, empáticos, conscientes ni responsables. Por último, hay muchas personas que simplemente no les importa.
Muchos piensan que si les da el virus será como un catarrito, pero este virus tiene una manera de operar tan peculiar que es impredecible saber cómo cada cual reaccionará a él.
Si es cierto que desesperadamente anhelamos regresar a la normalidad, todos tenemos que ser parte de la solución y cooperar para que este proceso se agilice en vez de atrasarse. Debemos quedarnos en casa a menos que sea necesario salir y si salimos, tomar las medidas de prevención que sé que las tienen grabadas en sus cabezas de tanto que lo recalcan. Pero por si acaso: usar mascarilla, desinfectar superficies u objetos, lavarnos las manos, no tocarnos la cara, evitar la aglomeración y mantener distanciamiento físico. Es el único modo de alcanzar una mejoría pronta hasta que hallen una cura o vacuna, pero hay que hacerlo juntos.
Por lo tanto, les pido que por favor tengan conciencia y le creen conciencia a los demás, sobretodo a quienes viajan desde y hacia Puerto Rico. Este no es el momento de viajar, especialmente si no pueden respetar los protocolos de la Isla, poniendo en riesgo nuestras vidas y nuestro bienestar. ¡Bailemos al son de esta pandemia mientras encontramos el ritmo que nos lleve a superarla!
¡Que tengan una buena semana, amigos! ¡Cuídense mucho!
Yo he aprendido que, somos frágiles. Que hay cosas que no podemos controlar. Que toda medida de precaución es válida . Mejor que nos critiquen por exagerados que por inconscientes o despreocupados. Que nuestra salud vale más que cualquier diversión pasajera. Si morimos, no hay marcha atrás. Que la gente no cree la seriedad del asunto, hasta que le pase a un conocido. Me avergüenza, que el gobierno tenga que obligar a la gente a cuidar de su propia salud y de su vida. Eso, debería ser prioridad en cada individuo. El que no se ama así mismo, no puede amar a otros. La responsabilidad es de todos. “Yo te protejo, usando mascarilla, por favor, protégeme tu a mí también”.